Ébano, Ryszard Kapuscinski

Ébano, R. Kapuscinski (Anagrama)

Martes, 26 de febrero 19:30

«Era más de medianoche cuando sentí que la impenetrable oscuridad -que empezaba justo detrás de las mesas iluminadas- se mecía y retumbaba. No por mucho rato. El ruido  aumentaba por momentos, hasta que de las profundidades de la noche emergió un elefante, justo a nuestras espaldas.

Ignoro si alguien de entre vosotros se ha topado con uno cara a cara, no en un zoo o en un circo, sino en la selva africana, allí donde el elefante es el terrible amo del mundo. Al verlo, la persona es presa de un pánico mortal. El elefante solitario, apartado de la manada, a menudo se halla en estado de amok y es un agresor frenético que se abalanza sobre las aldeas, arrasando chozas y matando a personas y animales.

El elefante era realmente grande, tenía una mirada penetrante y perspicaz y no emitía sonido

alguno. No sabíamos qué pasaba por su tremenda cabeza, qué haría al cabo de un segundo. Tras quedarse parado durante un rato, empezó a pasearse entre las mesas, en cuyo derredor reinaba un silencio sepulcral: todo el mundo, inmóvil, estaba paralizado por el terror. Nadie osaba moverse, no fuera a ser que aquello liberase la furia del animal, que es muy rápido; no hay manera de huir de un elefante. Aunque por otro lado, al quedarse sentada quieta, la persona se exponía a que la atacase; en tal caso moriría aplastada bajo los pies del gigante.

De modo que el paquidermo se paseaba, contemplaba las guarnecidas mesas, la luz, la gente

petrificada… Por sus movimientos, por sus balanceos de cabeza, se adivinaba que aún vacilaba, que le costaba tomar una decisión. La cosa se prolongó hasta el infinito, durante toda una gélida eternidad. En un momento dado intercepté su mirada. Nos escrutaba pesada y atentamente, con unos ojos que expresaban una profunda y queda melancolía.

Al final, después de dar varias vueltas a las mesas y al prado, nos abandonó: se apartó de nosotros y desapareció en la oscuridad. Cuando cesó el retumbar de la tierra y la oscuridad dejó de moverse, uno de los tanzanos que se sentaban a mi lado preguntó:

-¿Has visto?

-Sí -contesté, aún medio muerto-. Era un elefante.

-No —repuso—. El espíritu de África siempre se encarna en un elefante. Porque al elefante no lo puede vencer ningún animal. Ni el león, ni el búfalo, ni la serpiente.

Sumidos en el silencio, todos se dirigían a sus respectivas cabañas mientras los chicos apagaban las luces en las mesas. Todavía era de noche, pero se aproximaba el momento más maravilloso de África: el alba.»

Ébano, Ryszard Kapuscinski

R. Kapuscinski, en África

Este es el fragmento con que se cierra Ébano. Una hermosa conclusión del relato que aúna dos símbolos bellísimos del continente africano: el elefante -un gigante dulce y melancólico, bello e impredecible, pacífico y temible al tiempo- y el alba, un momento entre dos luces, la promesa de un día luminoso, toda una metáfora esperanzadora de un mañana mejor para África.

Ébano, escrito en polaco y publicado en 1998, no es una novela ni una colección de relatos de ficción. Lo que encontramos en  sus páginas es a África misma, su verdad, contada en primera persona por un europeo que la ha conocido y la ha amado durante las tres décadas que trabajó allí como reportero. Es más que nada un libro de viajes, si bien el viaje, en este caso, tiene más que ver con el deseo de conocer que con el de disfrutar.

Pero aunque Ébano no sea una novela, tampoco es un frío relato periodístico, ni un ensayo más o menos sesudo sobre la casuística y posibles soluciones del problema de África.  Se trata de un relato literario, repleto de imágenes bellísimas y emocionantes reflexiones acerca de las gentes, del paisaje, de las tradiciones, de aquel mundo para nosotros desconocido, que nos atrae y nos repele.

Ébano es un retrato impresionista de África, de su geografía física y humana, de sus conflictos políticos y raciales, de su sufrimiento eterno y su belleza turbadora. A través de la mirada de Kapucinski, que tuvo que recorrer el país y conoció de primera mano la guerra y la paz de diversos países del continente, desde la etapa de esperanzadora descolonización en los años 50 a las terribles guerras y hambrunas de las últimas décadas.

Ryszard Kapuściński nación en Bielorrusia –entonces parte de Polonia- en 1932. En su infancia tuvo que asistir a los horrores de la guerra, lo que le marcó profundamente. Estudió en la Universidad de Varsovia y se dedicó profesionalmente al periodismo como corresponsal de guerra. Quizá buscando exorcizar sus propios fantasmas o tratando de entender lo que lleva a los seres humanos a matarse entre sí y a destruir el mundo que les rodea. Colabora como reportero independiente con diversos periódicos europeos y norteamericanos y compagina su actividad de periodista con la literatura.

Falleció en 2007.

kapu5-pw.jpg

Más información sobre la   vida y obra de  Kapucinski:
http://www.casadellibro.com/biografia/ryszard-kapuscinski/38637

ELENA GALIANO

Deja un comentario